domingo, 25 de noviembre de 2007

Z, la última y rezagada letra del abecedario


La soledad y la difamación han sido rutas comunes para los hombres Z.

Los seres Z han sido llevados a tal punto de indignidad que les han prohibido hablar.

El amor es impedido de ser, incluso de existir, para esta raza. A mí y a la mayoría de vosotros los considero parte de ellos. Ahora quiero abrazar a uno de ellos y no puedo. El metal nos separa.

Todo por la creación de aquellos lugares corruptos de reclusión y castigo. Quien sabe qué traumas y motivos tienen los seres A, además del egoísmo y una mente cerrada.

Los seres Z son la mayoría, los oprimidos, los que ruegan a Dios por su familia y los que lo maldicen en rabia, los que aman a sin importar.

A pesar de todo, los seres Z sonríen.

lunes, 28 de mayo de 2007

Gnomos Celestinos


En vez de partir donde debía me alejé a un parque encantado. Encerraba los más oscuros secretos, a sólo unos metros de la capital y dentro de ella.

Estábamos sólo el parque y yo, en una mañana en un tiempo perdido, en algún lugar perdido que recuerdo claramente [sí, casi una contradicción]. Mientras caminaba visualicé un portal subterráneo: vi los sueños y esperanzas, amores y desamores, aquél hombre descansando y aquella pareja revolcándose, besando sus bocas llenas de tierra, como si fuera la última noche en la vida.

Los gnomos sabían los secretos, por ello permanecían escondidos.

Dentro de las plantas reptantes, yacían sueños, frustrados y cumplidos, pero eran sueños por igual. Algunos de amor, otros de destrucción, otros de codicia, otros de deseo, otros simplemente de una mejor hermandad entre congéneres.

Encontré un puente, curvado como un jorobadito, solitario como un vagabundo. Al estar en la cima sentí el mal olor y lo feo del terreno no-secreto, pero era algo inferior contra la libertad de estar solo en aquel escondite visible.

No recuerdo cuantas veces habré tocado esa superficie ni recuerdo cuantos saltos habré dado gritando como un desesperado... O cuantas veces habré depositado mis sueños junto a los ajenos.

Lo único de lo cual tengo certeza es que estaba en paz, no sentía la necesidad de alimentar mi cuerpo ni de sacrificarlo en esfuerzo para ello; que las palomas que vi estaban calmas; que aquél anciano sentía su vida muy bien lograda, y que aquella flor de metal, en un mundo de metal, era en memoria de todo el rencor que alguna vez fue dejado atrás, en aquél parque encantado.

miércoles, 16 de mayo de 2007

Hojas con margarina


Así cuanto los niños disfrutan de sus dulces, nosotros podríamos hacerlo al caminar tranquilos por la alameda. Quizás por el forestal.

Pero no, estamos cansados para eso.

Le dije a mi compadre, ¿vamos a perder el tiempo? Me dijo que estaba ocupado para eso así que me fui solo.

Ni supe donde partí pero llegué a lugares bellos, donde los fantasmas dominaban las vidas de ellos mismos, donde se sonreía sin temor a una lacrimógena y se respiraba una belleza encantada.

Esas hojas cafés como tostadas me dieron escalofríos. Tal vez me volví medio loco en el camino. Parecía una utopía que no lo era, más real que nunca, más viva que nunca.

Cuando me di cuenta que tenía que volver a regalar mi tiempo para perderlo en cosas realmente transables, corrí contra el viento y la lluvia que ya arreciaba, grité como en un primer éxtasis y perdí la conciencia tras un atropello. Pero no importa, las hojas cafés eran bellas.